Amigas, amigos.
Yo crecí en una comunidad hñähñu indígena. Yo sé que se suele decir así: indígena hñähñu, pero yo lo digo al revés, porque nuestro pueblo estaba aquí, en esta tierra, antes de que un marino Genovés se perdiera en alta mar y confundiera una isla de nuestro continente con la India.
Nuestro pueblo estaba aquí antes de que existiera la Nueva España, y antes de que el Estado Mexicano nombrara como indígenas a quienes somos originarios de esta tierra.
Toda esta explicación la hago porque en adelante, escribiré así: hñähñu indígena, en orden histórico. Y me gustaría que ustedes, cuando me lean, recuerden que nosotros estábamos aquí desde antes, y si como yo, son de algún pueblo originario, se sientan orgullosos de nuestra milenaria historia.
Pero volviendo al tema central, yo crecí en una comunidad hñähñu indígena, por lo que cuando era niño, pude observar la realización de muchas faenas comunitarias.
A veces convocadas por el Delegado, a veces por el Comité de la Primaria en la que estudiaba, en fin, para mí las faenas eran algo común.
Siendo optimista, y pensando que me leen en otras latitudes, en que no están familiarizados con la faena, trataré de explicar lo que es, desde mi conocimiento empírico.
La faena comunitaria es una práctica ancestral en las comunidades indígenas, que se basa en el trabajo colectivo y solidario para el bien común. Esta forma de organización comunitaria tiene sus raíces en la cosmovisión indígena, donde prevalece el sentido de cooperación, reciprocidad y ayuda mutua.
La faena implica que los miembros de la comunidad se reúnan para realizar trabajos colectivos, sin remuneración monetaria, pero con el objetivo de mejorar infraestructuras, mantener espacios públicos o llevar a cabo proyectos comunitarios como la construcción de caminos, limpieza de canales de agua o el mantenimiento de escuelas. De eso hablo cuando digo faena.
Siguiendo con mi historia, una de las primeras veces en que salí de mi municipio para ir a una Ciudad fuera del estado de Hidalgo, por azares del destino visité una plaza que estaba algo sucia y descuidada.
Por respeto a esa Ciudad, no diré su nombre, no es mi intención criticar o señalar, desconozco la razón por la cual esa plaza se encontraba en dichas condiciones.
Pero recuerdo que, siendo un niño, en esa ocasión pensé; hace tiempo que los de aquí no hacen faena.
Ya después, crecí, y gracias a la clase trabajadora que paga la educación pública, pude estudiar la Licenciatura en Derecho, ahí aprendí que los distintos órganos del Estado tienen responsabilidades, y que se debe destinar el presupuesto necesario para su cumplimento, preferentemente a través de políticas públicas eficaces.
Pero, aun así, sigo creyendo en la faena, como medio para lograr mejoras en nuestras comunidades. Claro que la acción de los gobiernos es fundamental, pero no descuidemos nuestras propias formas de organización, al contrario, hagamos sinergia con los gobiernos.
Pienso que esa plaza que conocí de niño, solo necesitaba una buena faena para estar limpia y más bonita, y si después de eso se hacía una buena inversión pública, el resultado seríauna plaza hermosa.
Brevemente: La faena es una gran herramienta les invito a implementarla, no solo se mejoran los espacios públicos, se convive con los vecinos, se hacen amistades y se crea armonía en la comunidad, esto es fundamental.
Y como dijo Simón de Betsaida; “Vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes”
Gracias por leer, si tienen alguna opinión o comentario, con gusto los estaré leyendo.