En un acto simbólico de resistencia y orgullo cultural, ecologistas, colectivos indígenas, tlachiqueros (productores de pulque) y vecinos de diferentes comunidades se unieron ayer en la marcha «El color del maguey». Acompañados de niños disfrazados de plantas y animales, los manifestantes recorrieron las calles de Epazoyucan para llamar la atención sobre la importancia de proteger el entorno ecológico y fomentar la cultura del maguey y la producción de pulque, bebida ancestral de México. El evento incluyó la tradicional ofre

nda Tlamanalli, un altar simbólico que honra a la Madre Tierra y sus elementos.La preocupación de los manifestantes surge ante la compra de tierras en la localidad de Santa Mónica por parte de empresarios que planean instalar paneles solares para generar electricidad. La activista Brisa Fernanda Flores, protectora del maguey y residente de Santa Mónica desde 1996, expresó su temor de que esta iniciativa empresarial ponga en peligro los cultivos de agave. Flores, quien vivió en el barrio de Tepito en la Ciudad de México antes de mudarse a esta comunidad, ha dedicado años a estudiar las propiedades de esta planta, que en su caso personal le ayudó a combatir la anemia después de que otros tratamientos no surtieran efecto.

El maguey, planta sagrada para muchas culturas en México, cuenta con más de 380 variedades. Entre ellas destacan el agave aguamielero, utilizado para producir pulque, y otras especies usadas para el mezcal y el tequila. Según Flores, la llegada de empresas solares en zonas como Calpulalpan, Tlaxcala, ha traído graves consecuencias ecológicas, afectando directamente los ecosistemas y el cultivo de magueyes. La activista subrayó la importancia de proteger esta especie, que representa un legado biocultural para las comunidades indígenas y para México en general.

Previo al inicio de la marcha, Flores y un grupo de mujeres indígenas prepararon la ofrenda Tlamanalli en la explanada de la alcaldía, una ceremonia en la que simbolizaron los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, agua, aire y fuego. Este altar, cuidadosamente instalado en el suelo, incluyó magueyes, flores de cempasúchil, semillas, frutas, jarros con agua y pulque. En el centro, se colocó un sahumador en el que ardía copal, cuyo aroma blanco y purificador elevaba la espiritualidad del evento.

La ofrenda es un reflejo de la cosmogonía prehispánica y el papel sagrado que ocupa la mujer en estas comunidades, pues se considera que ellas, como la Madre Tierra, tienen el poder de dar vida. Durante la ceremonia, las mujeres presentes, junto con jóvenes participantes, realizaron un ritual de agradecimiento a la Madre Tierra, invocando una buena cosecha para los próximos ciclos agrícolas y mostrando así su profundo respeto hacia el entorno natural.

La marcha concluyó con un mitin donde los asistentes reafirmaron su compromiso de proteger el maguey, preservar la tradición pulquera y difundir la riqueza cultural que el agave aporta al país. Con «El color del maguey», los habitantes de Epazoyucan hicieron un llamado a las autoridades y a la ciudadanía para que se valore y proteja el patrimonio biocultural de México frente a las amenazas de industrialización que ponen en peligro este legado milenario.

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