Psic. Julio Eduardo Trejo Cruz
La perdida es algo inherente al vivir, está puede ir desde aquel juguete que ya no volviste a encontrar, aquella oportunidad de empleo que no se dio o inclusive aquella serie que te encantaba y fue cancelada. Sin embargo en está ocasión se hará referencia a la perdida humana, en especial para aquellas personas que sin importar el parentesco o la relación su partida nos resulta difícil de aceptar.Aproximadamente mueren 67 millones de personas a nivel mundial según Organización Mundial de la Salud (OMS); y después de venir de una pandemia a nivel mundial dónde se tiene un registro aproximado de más de 7 millones de muertes por COVID-19 en los datos publicados el 26 de diciembre de 2024 por la OMS, es normal pensar en aquellos que perdimos y hoy ya no se encuentran a nuestro lado compartiendo la mesa, haciendo bromas o secando aquellas lagrimas que salen ante las experiencias del día a día.Regularmente por circunstancias contextuales se debe de seguir adelante, continuar con la vida lo antes posible, porque el mundo no para de girar aunque muchas veces nuestro mundo ya se encuentra en un féretro.Se debe de ir a trabajar porque las cuentas no se pagan solas, en ocasiones se tienen personas que dependen de nosotros y no importa el dolor y el vacío que dejo aquella persona que murió, se realizan aquellas obligaciones llevando de nuestro compañero aquel luto que muchas veces apenas empieza.Hay veces que llega la noche y es cuando después de un día largo y pesado al fin podemos recostarnos, pero es ahí, en aquel momento de calma donde muchas veces empieza a florecer los sentimientos: ira, tristeza, nostalgia, impotencia. Son los recuerdos que empiezan a tomar otra perspectiva y con ello nuevos sentimientos, lo que alguna vez fue un recuerdo riendo, se transforma en un momento de añoramiento, donde por cuestiones del “deber ser” nos obligamos a llorar en silencio, a gritar sin decir una palabra, a actuar al día siguiente intentado posponer todo lo que sentimos.
Lo que podría acercar y mantener viva a una persona a pesar de su obvia ausencia como lo son recuerdos, olores, actividades y lugares, se optan por evitarlas debido a que se toma dicha circunstancia no como un acto de preservación más allá de la vida sino como un recordatorio amargo de ya no poder experimentar una vez más con aquella persona lo que alguna vez fue.No obstante nos olvidamos que el llorar es solo una forma de expresar todo ese amor que no se pudo expresar en su momento. Nunca se tendrá el suficiente tiempo con el otro ¿cierto? No importa si uno vive hasta los 110 años, nunca se tendrá el tiempo suficiente…Ese dolor no tendría que desaparecer porque es el reflejo de todo ese amor sin expresar que aún queda en ti, pero que aún posees, el dolor es bueno en justa medida. No porque no se lo hayas expresado en los últimos momentos significa que no se lo dijiste en algún punto. Se lo dijiste muchas veces por muchos años, de mil maneras diferentes y hoy duele que ya no se lo puedes decir una vez más estando presente. Así es la vida y está es corta, hoy no puedes decirle lo que por tantos años no lograste hacer pero lo que si puedes es honrar a la persona más maravillosa que conociste a través de tu vida y usarlo como una forma de sanar esas heridas que ha dejado su partida, porque como lo dijo Maximus Decimus Meridius “lo que hacemos en vida resuena en la eternidad”.
Excelente!!!!
Psic. Eduardo me motiva a expresar mis sentimientos con sus palabras. En los últimos años, he perdido a muchos seres queridos: familiares, amigos, personas que fueron parte de mi historia. Y cuando eso sucede, sientes que la vida se te escapa un poco, como si el mundo se volviera más silencioso.
Pero he comprendido que esas pérdidas marcan un nuevo comienzo. Un momento para caminar en soledad, sí, pero también para reconstruirme con las ausencias… que no son vacío, sino memoria.
Porque aunque ya no estén físicamente, sus vidas siguen latiendo en mí. En sus consejos, en sus enseñanzas, en los recuerdos que me acompañan y me fortalecen.
Mi vida es mejor con ellos en mi mente y en mi corazón. Así, no se han ido del todo.