Cada ciclo escolar, se repite el mismo escenario: baja inscripción en clases de inglés. Algunos padres argumentan que “no es tan necesario”, que “ya lo aprenderán después” o que “no les gusta”. Sin embargo, detrás de ese aparente desinterés, hay un problema mucho más profundo: la falta de conciencia sobre el papel fundamental que juega el idioma inglés en el futuro de nuestros hijos.

Hoy, el inglés no es solo una materia más. Es una puerta abierta al conocimiento, a la tecnología, a las oportunidades laborales y a la movilidad global. Negarles a nuestros hijos el acceso a una formación en inglés desde pequeños no solo retrasa su aprendizaje lingüístico: limita su mundo.

Además de la falta de inscripción, preocupa el escaso acompañamiento motivacional familiar. Muchos padres piensan: “yo no sé cómo ayudarle” o “para eso pago la escuela”. Pero el apoyo no tiene que ser académico; puede ser emocional. Basta con interesarse, escuchar, preguntarles qué aprendieron, celebrar sus avances o simplemente acompañarlos cuando se sienten frustrados. Lo que más necesita un niño para aprender es saber que sus esfuerzos importan, y eso solo se logra con una motivación que comienza en casa.

Los docentes, especialmente en niveles básicos, muchas veces enfrentan grupos con desmotivación, falta de continuidad y poco respaldo desde el hogar. ¿Cómo aprender un idioma si solo se practica una, dos o cinco veces por semana en el aula y nunca se refuerza en casa? El aprendizaje del inglés, como cualquier habilidad, requiere constancia y contexto, pero sobre todo, motivación y confianza.

Las repercusiones para los niños son claras. Muchos terminan sintiéndose inseguros, frustrados o rezagados frente a sus compañeros. Algunos incluso desarrollan ansiedad hacia la materia. Y cuando llegan a niveles más altos, el rezago ya es difícil de revertir. Más allá del idioma, está el golpe a su autoestima, a su sentido de competencia y a su motivación por aprender.

Es tiempo de cambiar la narrativa. No se trata de obligar, sino de acompañar. De mostrar interés, de poner canciones en inglés, de ver películas subtituladas, de jugar, de explorar juntos. El aprendizaje del inglés puede ser una aventura compartida y no una carga que se deja solo al maestro.

Como padres, tenemos la responsabilidad de abrir caminos, no de cerrarlos. Invertir en la educación de nuestros hijos —y sí, el inglés forma parte esencial de ella— es el acto más concreto de amor que podemos ofrecerles. Porque el inglés no es un lujo: es una herramienta de vida.

Por: Dra. Ana Karen De Anda

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