En la cultura mexicana existen diferentes tradiciones, una de ellas es el “Día de muertos” celebrado el 1 y 2 de noviembre, en el cual se honra a través de diferentes rituales a los difuntos, a aquellos seres queridos que han partido y que en estos días regresan a visitarnos, de acuerdo con las creencias de la mayoría de los mexicanos, y que puede generar pensamientos y sentimientos desde consuelo hasta de algarabía.

Sin embargo, no es el mismo sentir cuando se atraviesa el momento de la muerte de un ser amado o en un tiempo relativamente reciente, que implica emociones como tristeza, dolor emocional, aflicción y en ocasiones ira. A esta vivencia se le conoce como duelo, siendo una respuesta emocional natural y esperable, que se experimenta ante la pérdida de una persona querida. La psicóloga Elisabeth Kübler-Ross menciona que el duelo se trata de un proceso, por lo cual se compone de cinco etapas que se deben pasar para afrontar la pérdida.

La primera etapa se le conoce como negación, donde se expresa incredulidad y actitudes como si no hubiera pasado el evento, permitiendo asumir el shock emocional. La segunda etapa tiene que ver con la ira, en cuanto a sentimientos de impotencia y frustración. Negociación es la tercera etapa, evocando un recorrido mental sobre la forma en la que se llevó cabo la relación con la persona fallecida; pueden aparecer sentimiento de remordimiento o culpabilidad. Posteriormente aparece la quinta etapa, que corresponde a la depresión, es decir, se inicia el enfrentamiento con la realidad, pudiendo aparecer un sentimiento de tristeza profunda, lo que lleva al aislamiento social. Y por último se presenta la aceptación, donde se llega a la comprensión y resignación de la pérdida; cabe hacer la aclaración que al llegar a esta etapa se disipa la tristeza ni que se llegue al olvido.

Ahora bien, no se establece un periodo temporal para cada etapa, pues los tiempos dependerán de la individualidad de las personas; no obstante, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) menciona en su manual de diagnóstico que la duración del proceso no debe exceder a los seis mese para no considerarse un problema psicológico. Algunos individuos se quedan fijados en la quinta etapa, no pudiendo superar los sentimientos de tristeza y provocando algunos trastornos emocionales que deberán ser atendidos por profesionales de la salud mental, afectando una o varias esferas de la persona teniendo como ejemplo las relaciones sociales, el ámbito laboral, la salud física (casi siempre por el descuido personal) y/o la vida cotidiana en general.

A fin de finalizar, se invita a seguir fomentando las tradiciones de nuestra cultura, homenajeando a nuestros difuntos, recordándoles, queriéndoles, manteniéndolos con nosotros de manera sana.

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