De acuerdo con el psicoanálisis freudiano y de manera muy general, la personalidad se divide en tres estratos: Ello, superyó y yo. En esta ocasión sólo se hablará de este último elemento; el yo es aquella parte que se encuentra entre la realidad externa y el mundo interno del sujeto, es a través del cual la persona puede dar cuenta de todo cuanto vive y cuanto es, como sus sentimientos, experiencias, ideas, emociones, creencias, etc., y que a su vez nos diferencia unos de otros.

Si bien es cierto que cada individuo es único e irrepetible, no se puede negar que el ser humano es un animal social y que gran parte de la constitución del yo se fundamente gracias a las interacciones sociales que se tienen durante toda la vida; los otros y el tipo de vinculación que se experimenta con ellos, además de ingresarnos a la especie humana, están implicados en el desarrollo y conformación de la personalidad de cada uno de nosotros y por ende de la parte ya mencionada y denominada como Yo, que además es por medio del mismo que interactuamos con el mundo externo.

Pero ¿cómo es que las relaciones con los demás repercuten en la conformación del yo? Mediante de las interacciones sociales es que se aprende el comportamiento aceptable y esperado dentro de la sociedad y por ello una parte de la personalidad debe estar a merced del aseguramiento de dicho proceder. Uno de los constructos de la personalidad es el autoconcepto, es decir, el concepto que se tiene de uno mismo, la descripción que podemos expresar del cómo somos. De acuerdo con la psicología social el autoconcepto está determinado por factores constituidos socialmente. Primero se integra por los papeles que adoptamos, los roles que ejecutamos en las diferentes esferas (familiar, laboral, social). Cuando se trata de un nuevo rol o papel de la persona, ésta se encuentra muy al pendiente de las conductas ejecutadas, cuidando que sean las propicias para dicho rol y con el paso del tiempo estas acciones el yo las va absorbiendo hasta formar parte del autoconcepto.

Otro de los elementos es la identidad social, la cual se obtiene a través de los grupos sociales tanto de los que pertenecemos (endogrupos) como de aquellos que no (exogrupos), teniendo como ejemplo la raza, religión, nivel académico, profesión, género, entre otros. La identidad social implica el sentido de pertenencia haciendo la diferenciación entre “ellos” y “nosotros”.

El siguiente componente son los éxitos y fracasos; cuando el individuo se establece retos y/o metas, y las cuales si son logradas satisfactoriamente promueve el sentimiento de ser más competente y mayor confianza en uno mismo; por otro lado, cuando no se llega a la obtención de las metas se genera baja autoestima.

Por último se encuentran los juicios de los demás, refiriéndose al reconocimiento de nuestros logros por parte de los otros, percibiéndose como la evaluación positiva de nuestra persona, apoyando la buena opinión e impactando directamente tanto en la autoestima como en el autoconcepto.

Es así como la influencia social forma parte del desarrollo humano, tanto del yo social como del autoconcepto, que aun cuando se trata de la propia percepción no dejamos de ser animales sociales.

Psic. Karina Iliana Salvador Ugalde.

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