Comúnmente actuamos con una perspectiva limitada hacia los sucesos cotidianos y con una vista sesgada definimos la respuesta ante dichos sucesos y en muchas ocaciones se emiten juicios de valor. Un ejemplo claro es cuando alguien interrumpe nuestra conversación o si se atraviesa en nuestra foto, por lo que muchas veces nuestro primer pensamiento es: “qué poca consideración, ¿qué acaso no ven lo que
estoy haciendo?”.
Sin embargo no sabemos si aquella persona notó que estábamos realizando una acción significativa para nosotros, posiblemente aquella persona únicamente iba de paso, pensando en su contexto y probablemente en alguna problemática que en ese momento le es difícil atravesar a nivel personal, sin embargo nuestro primer impulso es tomarlo de manera personal, como si únicamente nosotros tuviésemos importancia, prisa o necesidad.
No obstante realmente la mayoría de las veces no se actúa de una manera intencional o con dolo, al contrario aquella persona que nos molesto su actuar no tenía consciencia de su alrededor, debido a que iba metido en su propio mundo, con sus propios sentimientos, buscando soluciones a batallas internas. Es muy probable que estén en modo automático, no prestando la suficiente atención debido a que
internamente reestructuran su propia vida.
Todo el mundo lo hace, ya sea en aquel transbordo hacia una estación del metro, al conducir, al caminar por la acera; nuestra vida es demasiado compleja como cualquier otra y son esos momentos en los cuales tenemos un poco de tiempo, en dónde nuestra vida toma un respiro y pasamos del caos a la calma momentánea cuando por fin buscamos una respuesta o una solución.
Así como tú tienes que llegar a casa, hay una madre que intenta llegar a despedirse de sus hijos, mientras tú vas al trabajo otro va de regreso debido a que lo despidieron, así como debes de llegar temprano a la escuela, hay alguien más que debe llegar temprano al parto de su primer hijo.
Nadie más sabe lo que uno tiene que hacer, tenemos que ser más conscientes que muy pocos son conscientes de la vida de cada persona con la que nos cruzamos; no es maldad únicamente es desconocimiento, es ajenidad e indiferencia ante otras vidas diferentes a la nuestra.
