Psic.Julio Eduardo Trejo Cruz.
A menudo se menciona, sobre todo a las nuevas generaciones de niños, jovenes y
trabajadores que se debe ser el mejor en lo que se hace, que se debe de destacar en
cada ámbito posible, sobre todo en aquellos en los cuales les dedicamos gran parte
de nuestro tiempo y esfuerzo.
Con frecuencia está exigencia empieza en edades tempranas, dónde la mayor
prevalencia se ve reflejado en contextos escolares, con frases típicas como: “saca 10,
es tu obligación”, “debes traer buenas calificaciones que es tú único deber”, “eres muy
inteligente, debes de dar tú 100%” o “no espero menos que un 10”.
Estás exigencias regularmente hacen alusión a la perfección dentro del ámbito escolar,
sin embargo conforme se crece las responsabilidades y obligaciones cambian y con
ello la exigencias no solo las ponen terceros como lo pueden ser los profesores,
compañeros, padres o jefes. Muchas veces y las exigencias con mayor carga física y
emocional son aquellas que son auto impuestas.
Esto se ve tan reflejado en nuestra sociedad que hasta en forma de broma se
menciona que de niño se está en el cuadro de honor y como adulto se está en un
cuadro de ansiedad.
¿Y cómo no? Si se desarrolla una exigencia tan grande en personas tan pequeñas,
partiendo de un sistema educativo mexicano en dónde su base central es una
“Educación por competencias”, en dónde se pretende buscar la excelencia en diversas
áreas como el pensamiento lógico-matemático, comprensión lectora, redacción
indirecta; todo con la finalidad de establecer una relación más “cercana y realista”
entre la educación y el ámbito laboral, preparando así a los estudiantes de todos los
niveles para las supuestas demandas que exige el mundo laboral.
Aunque el concepto que se posee de «ser mejor» difiere en contextos diferenciales y
actuales, desde la filosofía de Nietzsche se aborda que “ser el mejor o ser mejor” hace
alusión a la superación personal y la transcendencia del propio individuo (del alemán
“Übermensch»). «Ser mejor» podría interpretarse como la constante lucha por ir más
allá de uno mismo, creando así valores propios y afirmando la voluntad de poder
desde una manera creativa y autónoma.
Sin embargo en está eterna lucha de saber ¿Quién es el mejor?, ¿Qué es mejor? y
¿Cómo ser mejor? Encontramos que muchas veces estás mismas preguntas
provienen no solo del discurso del luchar por ser el mejor, sino que también proviene
de la idea -muchas veces impuesta por terceros o por uno mismo- de que “soy el
mejor” y por ende merezco lo mejor para ser mejor.
El concepto de ¿quién o qué es mejor? es muy subjetivo, para la psicología positivista
se enfocará en el desarrollo de fortalezas y virtudes para una vida plena, para la
filosofía será la superación personal, la creación de valores y la afirmación de la
voluntad, para el desarrollo personal se vinculará con la adopción de principios éticos
y hábitos efectivos.
Como se puede ver la definición de este término dependerá del enfoque en el cuál se
parta, por ello es importante preguntarse, si una persona, objeto o situación posee
ciertas características que se le podrían atribuir como fortalezas o beneficios, ¿hace
que sea mejor que su contraparte de comparación?
Determinar que cierta circunstancia, habilidad, atributo o persona es mejor debido a su
especialidad o fortaleza es algo absurdo debido a que de este ser el caso hay ciertos
puntos en los cuales se deberías especificar para poder hacer una comparativa lo más
neutra posible, que inclusive desde una perspectiva meritocratica se puede omitir
ciertos factores importantes para determinar el resultado de esta interrogativa, por
ende es importante que antes de preguntar y aún más, antes de responder ¿qué es
mejor? Se especifique con el mayor detalle posible la comparativa centra