La devoción por la Virgen de Guadalupe encuentra su expresión más grandiosa en dos colosales murales que adornan montañas en el estado de Hidalgo. Esta obra, creada con esfuerzo comunitario y un profundo sentido religioso, es retocada cada año por voluntarios para mantener viva su presencia y significado.
En la localidad indígena de Macuila, municipio de Metztitlán, se encuentra una de las imágenes más imponentes de la Guadalupana. Esta pintura de 120 metros de altura por 60 metros de ancho, que cubre un área de 7,200 metros cuadrados, se alza majestuosa sobre un cerro cercano. Fue realizada hace aproximadamente 20 años por artesanos locales de Macuila, Hualula y Eloxochitlán, quienes, sin formación en pintura mural, lograron plasmar una figura monumental gracias a ingeniosos cálculos y trabajo en equipo.
Antes de comenzar la obra original, una comisión de vecinos se encargó de limpiar el cerro, eliminando maleza para trazar el contorno de la Virgen. Posteriormente, más de 200 voluntarios trabajaron durante 15 días para pintar las piedras dentro del trazo imaginario, utilizando pintura de aceite multicolor.
Cada diciembre, en vísperas del Día de la Virgen de Guadalupe, los habitantes organizan brigadas para repintar la imagen, especialmente cuando la lluvia, como ocurrió este año, desgasta los colores. Con rociadores portátiles y recursos propios, los voluntarios restauran su esplendor, asegurándose de que la «Protectora de la Sierra» sea visible desde decenas de kilómetros a la redonda.
Plasmada en la roca sobre la entrada de una mina de mercurio, los lugareños atribuyen su creación a los propios mineros, quienes buscan en la Guadalupana protección frente a los peligros de su labor. Cada día, antes de descender a las profundidades, los trabajadores se persignan y rezan frente a la imagen, un ritual que refleja su fe y esperanza en la Virgen como su intercesora.
Esta imagen representa mucho más que arte: son testimonio de la unión, la espiritualidad y el esfuerzo colectivo de sus comunidades. Estas pinturas monumentales no solo honran a la Virgen de Guadalupe, sino que también reafirman la identidad y la fe de quienes las mantienen vivas a través de los años.
En diciembre, cuando la fe guadalupana alcanza su punto más álgido, estas obras se convierten en el centro de las festividades locales, atrayendo a devotos y visitantes por igual.