¿En alguna ocasión te has sentido completamente solo o sola?, ¿incluso si estás rodeada o rodeado por muchas personas? Todo ser humano, por lo menos una vez en la vida ha experimentado un sentimiento de soledad, aun teniendo consciente que cuentas con seres queridos como familia, pareja o amigos; incluso se puede experimentar una necesidad de buscar a las personas a las que se recurre usualmente y al mismo tiempo sentir que no se quiere compartir con nadie. Este tipo de vivencias, aún cuando sólo sean episódicas, se les denomina sentimiento de soledad, entendiéndose como una experiencia emocional que puede surgir cuando una persona se siente aislada o desconectada de los demás. Es necesario hacer énfasis de que es sólo la sensación de soledad, puesto que el humano es un ser social y necesita de los demás para la supervivencia.

Entonces ¿porqué aparece el sentimiento de soledad? Para contestar al cuestionamiento habrá que aclarar que en ocasiones se puede confundir con depresión, sin embargo el sentimiento de soledad puede ser (aunque no siempre) solo uno de los variados síntomas que una persona debe manifestar para considerarla depresiva. El ritmo de vida actual, junto con sus hábitos, expectativas, obligaciones y metas, fomenta el exceso de ocupaciones que difícilmente queda espacio para dedicar un momento considerable para uno mismo. Para tener relaciones armoniosas y un sentido de pertenencia apropiado, es decir, para tener y mantener vínculos sociales óptimos de cualquier tipo es imprescindible sostener una buena relación consigo mismo (aunque parezca trillado) … “Si no estoy bien conmigo, no puedo estar bien con nadie. Si no estoy para mí, no puedo estar para nadie”.

Es así como el sentimiento de soledad casi siempre está originado por la carencia de autoconcepto, autoestima y autoaceptación. Los seres humanos estamos en constante crecimiento, desarrollo y por tanto en incesante cambio, por lo que se debe estar en un proceso continuo y amplio de aprendizaje propio, lo cual genera la oportunidad de aceptar las cualidades que se poseen, benéficas y adversas, estableciendo los cimientos certeros y reales para valorarse a sí mismo; es decir, si la persona se conoce entonces se puede aceptar, y si se acepta puede valorarse.

Estos tres elementos siempre van de la mano y para conseguirlos es imprescindible llevar a cabo una introspección de forma honesta y constante, acción que puede realizarse de manera autodirigida, pero que en caso de ser necesario acudir a los profesionales de la salud mental para obtener de ellos estrategias y técnicas propicias es una opción considerable.

Para culminar, si en algún momento vivencia el sentimiento de soledad, es una señal y la mejor oportunidad para estar consigo mismo y reconocerse.

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