Parte de la vida de cualquier ser humano son las situaciones que pueden vivenciarse desde incómodas hasta conflictivas, y parte de la naturaleza humana es evitar lo displacentero a modo de salvaguardar lo más posible la estabilidad, utilizando para solventarlas diferentes conductas. Pero ¿cómo se instauran aquellos comportamientos que habitualmente son utilizados para la evitación? Por lo general las personas establecen respuestas a circunstancias específicas gracias a los resultados de las mismas, es decir, si la conducta practicada sirve a los fines por los cuales fue ejecutada, se repetirá bajo los mismos acontecimientos e incluso se pondrán a prueba en otros escenarios (parecidos o distintos) y corroborar si dicho comportamiento es de utilidad para otros motivos.
Sin embargo, en algunas ocasiones no se llega a la acción propiamente dicha pues aquellas personas que por estilos de personalidad se manejan a través de la prevalencia del intelecto y/o el análisis para la resolución de problemas, pueden llegar a presentar el denominado sobrepensamiento o también conocido como overthinking (término en inglés), entendiéndose como pensar en exceso en un evento específico, hasta llegar el momento de generar ansiedad. Dentro de sus causas se encuentra la imperiosa necesidad de encontrar explicaciones que le sean validas al individuo intentando dar un sentido a la realidad vivida; así también se relaciona con la falta de control, que aun cuando se trate de una idea poco realista al no tener el control de todo y en todo, el sujeto se autopercibe como impotente ante la situación problemática. El perfeccionismo es otro de los orígenes, ya que la persona busca afanosamente la solución perfecta para cada problema, relacionándose el perfeccionismo con el miedo en general (real o imaginario) o el miedo al fracaso. Por último, el estrés vinculado con la exposición a basta información provoca la pérdida de foco saltando de un tema a otro sin llegar a una conclusión concreta para cada uno de ellos.
Esta rumiación mental o el sobreanalizar los elementos que componen al evento conflictivo en cuestión y las posibles implicaciones futuras pareciese no tener consecuencias negativas, no obstante, los efectos probables de sobrepensar pueden llegar a ser perjudiciales en variadas formas teniendo como ejemplo obstaculizar la toma de decisiones (indecisión) manteniendo a la persona en la circunstancia indeseada, generando aún más ansiedad, estrés, depresión e irritabilidad, creando un círculo vicioso, además de llevar a malentendidos y conflictos en las relaciones interpersonales, no sólo con la gente inmersa en el conflicto sino con quien se interactúe en los momentos álgidos; el impacto también afecta la dimensión física en cuanto a modificaciones dañinas en el apetito, el sueño, la presión arterial, tensión muscular, fatiga excesiva y dolores de cabeza.
A pesar de lo antes expuesto, existen algunas estrategias que al llevarlas a cabo puedan, de menos, menguar el hábito de sobrepensar; un buen comienzo es identificar el que se está realizando el sobrepensamiento, continuando con la práctica de la atención plena (conocida como el “estar en el aquí y en el ahora”), es decir, estar atento a las circunstancias presentes, dejando de lado el pasado y el futuro, sugiriendo ejercicios de respiración, lo cual evitará el pensamiento rumiante. Otra táctica es el establecimiento de límites en cuanto a asignar un tiempo definido para pensar sobre el conflicto, centrarse en las posibles soluciones y posteriormente concentrarse en hacer otras actividades no relacionadas con el evento, como la actividad física o de esparcimiento. Es cierto que en algunas ocasiones aún llevando al pie de la letra las recomendaciones, el overthinking no cede ni un poco y los estragos negativos rebasan al sujeto, es ahí justo el momento y la mejor decisión de acudir con el psicólogo, pues a través de la psicoterapia se obtendrán herramientas personalizadas además de localizar el motivo particular que ocasiona el sobrepensamiento como hábito, tratándolo desde la raíz y subsanado los estragos adversos del mismo.
Se concluye entonces que sobrepensar es un intento fallido de evitar situaciones displacenteras, pero que en un momento de la vida se instauró como hábito debido a que bajo ciertas circunstancias se obtuvieron beneficios; sin embargo llevar la reflexión al exceso y/o sacarla de contexto trae consigo consecuencias negativas en las esferas física, psicológica y social de la persona.